La inteligencia artificial está presente en casi todos los aspectos de nuestra vida: desde las recomendaciones de productos hasta los diagnósticos médicos y los sistemas judiciales. Sin embargo, su adopción generalizada también ha suscitado inquietudes sobre sesgos, falta de transparencia y consecuencias no deseadas.
Autores destacados como Cathy O'Neil, autora de Weapons of Math Destruction, destacan cómo los algoritmos mal diseñados pueden perpetuar las desigualdades, afectando a las comunidades vulnerables. Por otro lado, académicos como Luciano Floridi, pionero en la ética de la IA, han enfatizado la necesidad de un marco regulatorio que garantice una toma de decisiones confiable.
En este contexto, la transparencia y la ética no son sólo valores, sino requisitos esenciales para construir un futuro en el que la IA beneficie a todos por igual.